Santidad



Santidad como proceso

Es designio divino que los seres vivos no posean desde el principio la perfección a que están llamados. Eso sucede también en la vida sobrenatural que se nos comunica. Como en la vida natural, hay una infancia, salir del pecado a la gracia. Una juventud, que es la etapa ascética o de consolidación de virtudes. Y una edad adulta, la del amor. La ascética emplea prevalentemente la meditación, y la edad adulta o mística la oración contemplativa.



Hambre y sed de justicia

La cuarta bienaventuranza nos invita a aumentar nuestra hambre y sed de justicia, es decir, de Dios, de su gracia. Aumentar el deseo de santidad, aumentar nuestra ansia de amar. La medida de nuestro Cielo será la medida de nuestro deseo. Anular los otros apetitos, para que resurja el único que merece la pena, porque nos merece el Cielo.



Santidad: camino de amor

Con la fundación del Opus Dei, Dios quiso recordar al mundo la llamada universal a la santidad. Somos santos en la medida en que amamos, y la correcta orientación de nuestra vida dependerá de que crezcamos día a día en el amor a Dios y, por Él, a los demás.