Enfoca bien la santidad
Ante la realidad del demonio hemos de cuidar el insidioso riesgo de la soberbia. Un posible peligro es la sutil vuelta sobre nosotros mismos al plantear la santidad en términos de auto perfección. La santidad es amor, es hacer las cosas “entre los dos”. El que se queda pensando en sí mismo se convierte en el peor enemigo de sí mismo.