Santidad



Hambre y sed de santidad

Son pocos los que sospechan qué cosas no haría Dios en ellos si no le pusieran obstáculo. Porque la santidad es ante todo el recibir y cuidar la semilla que Dios siembra en nuestra alma. Tomarnos en serio esta “especialidad” de la Obra: difundir y promover la búsqueda de la santidad. Pero como nadie da lo que no tiene, comencemos por nuestra propia alma.



Solo Dios es santo

“Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación”, señala san Pablo en la carta a los tesalonicenses. Este es el proyecto de Dios pero, ¿qué es la santidad? No consiste en ser tan solo bueno, o fuerte, o sabio: es entrar en lo no-terrenal, es decir, en lo propio de Dios; insertarse en su Ser y en su Amor. O, en palabras equivalentes, amarlo para que se produzca la unión que nos diviniza.



Retomar el propósito de la santidad

I Tes 4, 3: “Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”. Planteamiento universal que todos debemos hacernos: no se trata de vivir por vivir, sino vivir para santificarnos. La santidad es simple y gozosa, pues se trata de amar. Para eso está diseñado el corazón humano, aunque la totalidad del amor que pide Dios no resulte a nuestro alcance. Necesitamos al Espíritu Santo.