Santidad



Peregrinos, no errantes

La diferencia entre unos y otros es la claridad con que los primeros se dirigen a su destino. Los segundos giran siempre en torno a sí mismos, sin llegar a ningún lado. Nos guía la estrella de Cristo, que marca la ruta y llena de felicidad.



Canonizar implica el canon de Cristo

Quizá la palabra “canonización” nos resulte un poco gastada. Pero tiene un contenido profundo: no se trata solo de una lista (como el canon de libros sagrados), sino también el modelo, el prototipo, como cuando se dice “canon de belleza”. En una canonización se inscriben, sí, los candidatos en la lista de los santos, pero porque han tenido el canon de Cristo, su transformación en Él ha sido una realidad.



Santos canonizables

“Santos de veras, auténticos, canonizables, porque si no, hemos fracasado como discípulos del Maestro” (S. Josemaría, Amigos de Dios). La meta es muy alta: ser canonizable es ajustarnos al canon de Cristo, es decir, a la unión transformante con Él. Replantearnos seriamente nuestra meta de santidad.