Comunión



Cuerpo de Cristo: Sálvame.

El deseo de ser almas de Eucaristía se concretará sobre todo en la comunión. Consideremos que es el verdadero Cuerpo del Señor lo que recibimos, el Cuerpo formado del vientre purísimo de María. Nos salva de la muerte, porque nos hace irnos transformando en cuerpo de gloria. Nos salva del pecado, porque en ese Cuerpo se resume todo el misterio de la sacramentalidad. Nos salva de la vida de oración anodina, porque nos pone en contacto con la Santísima Humanidad.



Yo soy el Pan de vida

En el capítulo sexto de san Juan, Jesús prepara poco a poco a sus oyentes, antes de revelarles el gran misterio de la Eucaristía. No es el maná el pan del cielo que el Padre les da, sino es Él mismo. San Juan de la Cruz escribió “Aquesta eterna fonte está escondida / en este vivo Pan por darnos vida / aunque es de noche”. Sí, una fuente eterna que hay que buscar en la oscuridad de la fe.



Sanguis Christi

A veces podemos perder de vista que en la forma habitual de recibir la Hostia está también presente toda la Sangre del Señor. Su Sangre tiene, en primer lugar, el efecto purificador (una gota basta para limpiar los crímenes del mundo entero), pero también alegra y por último transforma, como si se tratada de una transfusión. Benedicto XVI habla del “discurso del vino” en la parábola de la vid y los sarmientos.