Cruz



Penitencia es purificación

Al rezar el primer misterio luminoso, fijarnos en la figura del Bautista. Nos enseña que para ser precursor de Cristo hemos de llevar una vida de austeridad, de silencio, de oración. Es un gran santo, pero “el menor en el Reino de los Cielos es menor que él”. Y es que, para entrar al Cielo, hemos de estar perfectamente purificados. Se nos olvida con frecuencia el gran valor de la penitencia. Volvamos a pensar en ella, para purificarnos y ayudar a las ánimas a terminar su purificación.



Pruebas para acordarte de Dios

Durante el éxodo de Egipto a la tierra prometida, Dios somete a Israel a pruebas y le da luego respuestas maravillosas: el agua en el desierto, el maná… ¿Por qué las pruebas? Para probar su fidelidad a Dios. Ahora también Dios nos manda pruebas, como las pandemias, para que no nos olvidemos de Él. Respondamos con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad.



Dolor salvífico

Me alegro en mis padecimientos y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo, en beneficio de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24). El cristianismo es paradójico: encuentra alegría en el padecimiento y vida en la Pasión de Cristo. El dolor es salvífico (S. Juan Pablo II). Es el mediador insustituible para la salvación del mundo. Jesús se abraza a la cruz que ha de darle muerte.