Eternidad



Noviembre: recuerda los Novísimos. 

Noviembre inicia con la conmemoración de los fieles difuntos, y en su liturgia de la palabra presenta, las últimas semanas, las profecías del Nuevo Testamento sobre el fin del mundo. Es la escatología personal y la universal. Nos ayuda a considerar las cosas con ojos de eternidad, y a “aprovechar el tiempo”, en su sentido profundo, como crecimiento en la gracia santificante.



Noviembre, mes de los novísimos. 

Noviembre es el mes de los difuntos. Además, en él concluye el Año Litúrgico y en las celebraciones eucarísticas se nos presentan las lecturas del fin de los tiempos. Estamos en otoño, en el declinar del año. Invitados, pues, a considerar que ya vivamos, ya muramos, del Señor somos (Rom 14, 8), y si vivimos así, la muerte no será sino un dulce tránsito.



Velen y estén preparados

El Señor invita a la vigilancia, pero no de cualquier realidad –que debe, ciertamente, sernos indiferente- sino la vigilancia ante su advenimiento constante. Tener sed de Él, como san Agustín, cuya memoria celebramos hoy y quien expresó maravillosamente el ansia del hombre: “Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti”. Sólo en el Hijo del hombre encontramos la felicidad.