14 de agosto
Amen a la Inmaculada
A principios del siglo XX, un travieso jovencillo llamado Raimundo oyó que su mamá la decía: “Te portas tan mal que no sé qué será de ti”. Afligido, rezó intensamente a María. Ella se le apareció con dos coronas, una blanca y otra roja. Él escogió las dos: su vida sería de pureza y de martirio. El jovencillo sería san Maximiliano María Kolbe, mártir de la caridad, que recomendaba: “¡Amen a la Inmaculada!” San Josemaría invita a tratar “de verdad” a la Virgen, para encontrar así todo el amor de Cristo.