Agosto



14 de agosto

Amen a la Inmaculada

A principios del siglo XX, un travieso jovencillo llamado Raimundo oyó que su mamá la decía: “Te portas tan mal que no sé qué será de ti”. Afligido, rezó intensamente a María. Ella se le apareció con dos coronas, una blanca y otra roja. Él escogió las dos: su vida sería de pureza y de martirio. El jovencillo sería san Maximiliano María Kolbe, mártir de la caridad, que recomendaba: “¡Amen a la Inmaculada!” San Josemaría invita a tratar “de verdad” a la Virgen, para encontrar así todo el amor de Cristo.



15 de agosto

Asunción de María: dogma esperanzador.

Tenemos una deuda de gratitud con el papa Pío XII al haber declarado dogma de fe la Asunción de María. Una invitación a creer firmemente en este gran privilegio que Dios le concedió, y que es para nosotros un motivo de esperanza. Nuestro cuerpo gozará también en la eternidad de la gloria divina, y redundará en la dicha de una existencia eterna inmersa en el amor a Cristo.



16 de agosto

Identidad con Jesús

Al final acabamos por darnos cuenta de que no hacían falta tantas palabras. Basta una sola palabra: Jesús. En realidad, basta con sentarnos a sus pies, como María de Betania y llenarnos de su Persona. Una unión que acabe siendo mayor a la unión que cada uno tiene consigo mismo. La centralidad de Jesucristo acabará significando que Él sea todo en todos.