Amarse de más, es perderse.
El designo de Dios quiso que la vida terrena del Verbo Encarnado fuera un constante ejemplo y una continuada invitación a la humildad. Y es que la raíz de la soberbia está profundamente enterrada en el corazón del hombre. El que se ama a sí mismo se pierde, decía Jesús. Detectemos “señales evidentes de falta de humildad” que indica san Josemaría en Surco.