Humildad



Cristo ama la humildad

El Corazón de Jesús se expansiona cuando piensa en los humildes: Yo te bendigo, Padre, porque has revelado los secretos del Reino a los humildes… ¿Por qué ama tanto la humildad? Porque esa virtud refleja la verdad: lo nuestro es la nada. Y porque abre al amor: el humilde conjura el riesgo del egoísmo. Detectar los matices de soberbia en nuestra vida.



Señales evidentes de falta de humildad

En el Magnificat aparece el contenido del corazón de María. Lo primero que declara es la grandeza de Dios. Y su espíritu se alegra, porque Dios puso sus ojos en la humildad de su esclava. Aprendamos de María la conciencia de su nada y el todo de Dios, porque el enemigo principal de nuestra unión con Dios es la soberbia. San Josemaría nos ayuda a examinarnos cuando anota “señales evidentes de falta de humildad”.



Humildad y humillaciones

En el canto del Magníficat, María se refiere dos veces a la humildad. Es la razón, dice, por la Dios se complace en Ella. También se complacerá en nosotros porque la soberbia es mentira: pensar que somos algo cuando no somos nada. Entre las cien cabezas de la soberbia, podemos atender al modo como reaccionamos ante las humillaciones o las correcciones. Son excelentes ‘áreas de oportunidad’.