Disponibilidad y docilidad al Espíritu Santo
“Jesús fue conducido por el Espíritu Santo al desierto”, relata san Mateo. Y llama la atención esta aparente pasividad del Señor. La comprendemos al saberlo verdadero hombre, inhabitado en su Alma por el Santificador. No le hables al Espíritu Santo: óyelo, y entonces todo sucederá de acuerdo al plan de Dios.
Advertir los dones del Espíritu Santo
Cuando Jesús les anunció a sus Apóstoles que se iría, el corazón de ellos “se llenó de tristeza”. Jesús, sin embargo, les asegura que conviene que así suceda. Porque enviará algo que supera toda capacidad de imaginación: una Persona que es Espíritu Puro, que será “otro” Consolador, que vivirá en ellos. El Espíritu de Amor, que nos invita a ser dóciles a su acción. Es la clave para ser santos: esperar la luz y la moción ahí, en el “alma de nuestra alma”, que es donde Él reside.