Amor a Dios



Deseo central: justicia para con Dios.

La bienaventuranza que habla del hambre y sed de justicia se refiere tanto al deseo de que Dios sea amado como al afán de la santidad personal. Habla, por tanto, de aquello que constituye el principal de los deseos del corazón humano, aquel que centra y determina el sentido de todos los demás. Ese deseo puede extinguirse por la falta de oración y por el desánimo.



El amor da eficacia y felicidad

Los santos son como un rayo de luz que procede de la palabra de Dios, dice la exhortación Verbum Domini. Ellos se han dejado plasmar por esa Palabra, y nos la comunican. San Josemaría, fundado en la claridad de la revelación divina, insistía en hacer todas las cosas por amor. Entonces nuestra vida adquiere eficacia y felicidad.



Tanto amó Dios al mundo…

Jesús revela a Nicodemo una verdad consoladora: el Amor infinito del Padre celestial por el mundo, es decir, por nosotros, que lo lleva a entregarnos lo que más ama: su Hijo Único. Pero, para apreciar tan gran regalo y conseguir la vida eterna, la condición es creer en Él. La fe es la única mediación, haya o no sentimientos o consuelos divinos. Siempre podemos poner en acto la fe, abriéndonos a Jesús.