Amor a Dios



Hambre y sed de amar a Dios

Jesús en el discurso de las bienaventuranzas no distingue entre el Cielo y la tierra. Algunas tienen su premio aquí y otras allá. La de hambre y sed de justicia solo se saciará en el Cielo: aquí siempre puede aumentar. Una manera de medir esa hambre y esa sed es nuestro deseo de la Eucaristía.



El aceite es el amor

Entre quienes creen y esperan la vida eterna y lo que no, la diferencia es absoluta. Prepara el momento de la muerte con tu ilusión del encuentro. Adelántala muchas veces. El aceite de las lámparas, en le parábola de las diez vírgenes que esperan al Esposo, es el amor. Aprovechar el tiempo es crecer cada instante en el amor.



Dame, hijo mío, tu corazón.

“Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón”. Pasaje del libro de los Proverbios, antecedido por otro en el que Dios nos dice: “Dame, hijo mío, tu corazón”. Dios podría tenerlo todo, excepto un corazón cerrado a su amor. Como ama, le importa tanto nuestra respuesta de amor puro. Necesitamos una gran finura de alma para evitar el deterioro de nuestro corazón, buscando asimilarlo al Purísimo de María.