Humildad



Aprender la humildad de Jesús

Vengan a Mí, todos los que están cansados y agobiados, que Yo los aliviaré. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Palabras consoladores, al tiempo que definitivas del modo de ser cristiano. La humildad de corazón que aprendemos de Cristo la leemos en su vida de relación con el Padre.



Humildad como anonadamiento

Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Cantalamessa recalca que, quien se dice humilde en realidad es soberbio. Y además que en muchas ocasiones Jesús no aparece “humilde”: se hace llamar Maestro, discute sin ceder su opinión, e incluso se iguala a su Padre. ¿Dónde está la humildad? Respuesta: en el anonadamiento, a tal grado infinito, que no podemos imaginar. Siendo Dios se hace siervo. Aprendamos el abajamiento, en los distintos ámbitos, siguiendo las pautas del n. 259 de Surco.



Amarse de más, es perderse.

El designo de Dios quiso que la vida terrena del Verbo Encarnado fuera un constante ejemplo y una continuada invitación a la humildad. Y es que la raíz de la soberbia está profundamente enterrada en el corazón del hombre. El que se ama a sí mismo se pierde, decía Jesús. Detectemos “señales evidentes de falta de humildad” que indica san Josemaría en Surco.